▪ ALMACENES DE AGUA. Son el origen de las corrientes más caudalosas y proporcionan la mayor parte del agua a los embalses. Dos importantes ríos de Norteamérica —el Colorado y el Bravo, o Grande— reciben casi todo su caudal de las montañas Rocosas (o Rocallosas). Alrededor de la mitad de la población mundial vive en el sur y el este de Asia, y por lo general depende de las precipitaciones que caen sobre las grandes cordilleras del Himalaya, el Karakorum, el Pamir y la región del Tíbet.
“Estos depósitos de agua del mundo son esenciales para la vida terrestre y el bienestar de toda la humanidad —indica Töpfer—. [...] Lo que ocurre en los picos más altos incide en las tierras bajas, en las fuentes de agua dulce e incluso en los mares.” En muchos países, las cumbres conservan la nieve invernal y liberan paulatinamente el líquido elemento en primavera y verano. En las regiones áridas, el riego depende del deshielo de cimas lejanas. Y muchas laderas cuentan con bosques que absorben las lluvias como esponjas, permitiendo que el agua descienda gradualmente hasta los ríos sin provocar inundaciones destructivas.
▪ ECOSISTEMAS Y BIODIVERSIDAD. Dado que muchas de estas regiones están apartadas y ofrecen un potencial agrícola limitado, el hombre no las ha invadido tanto. De ahí que se hayan convertido en reservas de animales y plantas que con frecuencia ya desaparecieron de las tierras bajas. Por ejemplo, pese a ser más pequeño que la ciudad de Nueva York, el montañoso Parque Nacional Kinabalu, de Malaysia, alberga 4.500 especies botánicas, lo que equivale a más de la cuarta parte de las existentes en todo Estados Unidos. Además, muchas criaturas amenazadas viven en ecosistemas montañosos, como los pandas gigantes de China, los cóndores de los Andes y los leopardos de las nieves de Asia central.
▪ ZONAS DE OCIO Y TURISMO. Las áreas montañosas también preservan la belleza natural. Albergan imponentes cascadas y hermosos lagos, ofreciendo algunos de los paisajes más espectaculares del planeta. No es de extrañar que un tercio de las regiones protegidas del mundo sean montañosas, ni que constituyan el destino favorito de tantos visitantes.
Hasta parques nacionales muy retirados reciben a millones de turistas de todo el globo. Hay quienes se desplazan miles de kilómetros para llegar al Parque Nacional Denali, en Alaska, y admirar el monte McKinley, el más alto de Norteamérica. Y muchos visitan el Gran Valle del Rift para maravillarse con los grandiosos montes Kilimanjaro y Meru, o sencillamente para observar las grandes manadas silvestres que deambulan entre ambas elevaciones. Aunque muchas comunidades serranas se benefician de la afluencia del turismo, si este se descontrola puede convertirse en una amenaza para sus frágiles ecosistemas.
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